Se acabó el cigarro,
el té lleva horas frío ya,
ni me mira,
ni quiero mirarlo,
me recuerda a tí,
a que no has venido.
Se acabó el cigarro
y lentamente me levanto,
sospechando que vendrás,
ingenuidad sin dignidad,
pobre de mí.
Se acabó el cigarro,
la espera,
los ocho centímetros de nicotina
que me unían a tu ausencia
y sólo me queda ya
un sabor en los labios
que te sustituye,
y en el pecho, por dentro,
las ansias de verte,
del vicio retiniano
que te tengo.