miércoles, 22 de septiembre de 2010

Otoño

Porque la primera vez puede volver a repetirse,
tengo los bolsillos llenos de letras como piedras
y sabor a pan.

Cerrado el pecho bajollave
repartía copias falsas y me escondía
tras mi espejo celofán.
Ni yo mismo sabía /dónde/,
ni yo mismo sabía /por qué/,
algo más claro tenía el /cuándo/.

Nunca pensé que la llave que yo mismo escondí,
viniese traída de unas manos de colores,
con una nueva forma ya conocida, que limpiara el rojo de mi nariz,
sin faltar a mi profesión.

Abierto el pecho sobrellave,
te digo mis verdades al oído sin esconderme,
en aquello que mucho tiempo fuí.

Ahora mis cejas son dos peces
que no se muerden la cola,
y mi cabeza una pecera.
Pinto de colores la suela de mis zapatos
cuando voy en busca tuya
y todo es de color cuando te encuentro,
mis manos, tejidas al corazón que las alimenta,
tapan mi cara con una mueca capicúa
y espero el mañana sentado en mis letras.